Un piloto me comentó que el volar es pasar horas aburridas interrumpidas por momentos de terror espantoso. El momento de crisis en el aire no es el tiempo para tener que pensar en la ciencia de la ingeniería aeronáutica. Mejor tener unos procedimientos de emergencia bien dominados para facilitar la toma de decisiones al instante en caso de una emergencia.
Así es con el conflicto. La Biblia está llena de consejos de cómo manejar el conflicto, pero en el momento del choque es muy difícil recordar lo que debemos hacer.
Además, los consejos bíblicos parecen ser conflictivos. Proverbios 19:11 dice, “El buen juicio hace al hombre paciente; su gloria es pasar por alto la ofensa.” Pero Lucas 17:3 ofrece lo que parece lo contrario, “Si tu hermano peca, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo.” ¿Qué debemos hacer? ¿Pasarlo por alto o reprenderlo?
Como los pilotos, necesitamos unos procedimientos de emergencia para manejar bien el conflicto. Nos conviene una teología sistemática del conflicto que organiza lo que la Biblia enseña sobre el tema. Es precisamente lo que ofrece el libro, El Pacificador. Organiza todo lo que la Biblia ofrece sobre el conflicto y el hacer la paz en cuatro puntos:
1. Glorifica a Dios
2. Saca la viga de tu ojo
3. Restáurale gentilmente
4. Ve y reconcíliate
La secuencia de los cuatro principios es importante. Antes de hablar con la persona que nos ofendió, tenemos que ocuparnos con el glorificar a Dios en este conflicto y el sacar la viga de nuestro propio ojo. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. (Romanos 12:18)
Glorificar a Dios.
Recientemente mi hijo me llamó pidiéndome un consejo en cuanto al manejo de conflicto. Quise decir, “Quiero ayudarte hijo pero estoy muy ocupado escribiendo un estudio sobre cómo manejar el conflicto bíblicamente.” ¡Que irónico!
Gracias a Dios, me acordé de los cuatro principios bíblicos de la pacificación: 1. Glorifica a Dios, 2. Saca la viga de tu propio ojo, 3. Restáurale gentilmente, y 4. Ve y reconcíliate. Empezamos con el primer paso, ¿Cómo glorificar a Dios en un conflicto? Obedecerlo, confiar en él, imitarle y agradecerle.
Obedecer por ejemplo significa hablar, ir y reconciliarnos (Mateo 18:15 y Mateo 5:23, 24). Dijo Jesús, Si me amáis, guardad mi mandamientos. (Juan 14:15)
Confiar en Dios: “Y si la otra persona no responde como debe, ¿qué?” Todavía no he encontrado nada en la Biblia que dice que no tengo que obedecer sin una garantía de una respuesta que me agrada. ¿Es Dios soberano? ¿Es Dios bueno? ¿Este conflicto le tomó a Dios por sorpresa? ¿Creo que Romanos 8:28, 29 aplica?
Imitar: Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. El conflicto es una oportunidad de imitar a Jesús, haciendo bien a los que nos aborrecen, bendiciendo a los que nos maldicen y orando por los que nos calumnian. (Lucas 6:27, 28) Jesús siempre hablaba la verdad en amor preocupándose por el bien de todos.
Agradecerle: Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. (1 Tesalonicenses 5:18).
En un conflicto, si nos acordamos de que nuestra responsabilidad es obedecer y la responsabilidad de Dios es cambiar corazones, podemos recuperar el control de nuestras actitudes y acciones para no desmayar en hacer el bien y así glorificar a Dios.
Saca la Viga de tu Propio Ojo- Parte I
Cuando choco con alguien, tiendo a echarle la culpa a la otra persona. Creo que esta tendencia es común y es acerca de esto que habló Jesús en Mateo 7:1, No juzguéis, para que no seáis juzgados. ¿Por qué soy tan renuente en reconocer mi parte? Jeremías 17:9 dice que el corazón es incurablemente engañoso. Es decir, a pesar de lo que me dice mi corazón, sé que he contribuido al conflicto. Aún si de verdad sólo tengo 10% de la culpa, mi parte es 100% pecado y 100% mío.
Siguieron estas palabras duras al mandato de Jesús de no juzgar: ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano. (Mt. 7:5) Tal vez lo que a mí me parece 10% culpa mía sea en realidad 50%, 70% o aún 90%.
Para sacar la viga de mi ojo, primero tengo que identificar mi viga y luego confesar mi pecado. Son tres tipos de vigas: actitudes, palabras y acciones pecaminosas.
Las actitudes pecaminosas pueden ser deseos que son intrínsicamente pecaminosos como el orgullo, el deseo carnal, la avaricia o el odio. (Mt. 15:19) Pero también pueden ser cosas buenas que deseamos demasiado, y creemos que nunca estaremos satisfechos sin ellas, cosas como el respeto, el éxito en el mundo o la venganza.
Las palabras pecaminosas incluyen palabras duras, imprudentes o despectivas (Pr. 12:18; 15:1; Ef. 4:29), las quejas y murmuraciones (Fil. 2:14; Stg. 5:9), las mentiras, las decepciones y distorsión de la verdad (Ex. 20:16; Pr. 24:28), el chisme (Pr. 11:13; 16:28; 20:19; 26:20; 1 Ti. 5:13) y la calumnia (Lv. 19:16; 2 Ti. 3:3; Tit. 2:3).
Además de los pecados obvios, las acciones pecaminosas abarcan el faltar a su palabra (Mt. 5:37; Sal. 15: 1, 4), la falta de respeto frente a la autoridad (Mc. 10:42-45; Ro. 13:1-7;1 P. 2:18-25), y el no tratar a los demás como quisiéramos ser tratados (Mt. 7:12).
En la siguiente plática, (Parte II) hablaremos sobre los ídolos del corazón que nos afligen tanto. Mientras, examina tu corazón para ver si no encuentras allí una viga. En la Parte III platicaremos de la cura para el corazón engañoso: la confesión.
Saca la Viga de tu Propio Ojo Parte II – Los Ídolos del Corazón
Cuando me encuentro en un conflicto antes de haber sacado la viga de mi propio ojo, ruego al Señor que me dé la paz que necesito. Pero, me parece que es muy lento en contestar esta petición, y además lento en contestar y suplir muchas otras peticiones no relacionadas al conflicto mismo. ¿Has experimentado algo similar?
En desesperación pregunté a Dios porque no contestaba mis oraciones y me dio la respuesta en Ezequiel 14:3, Hijo de hombre, estos hombres han puesto sus ídolos en su corazón, y han establecido el tropiezo de su maldad delante de su rostro. ¿Acaso he de ser yo en modo alguno consultado por ellos?
Ahora, en un conflicto asumo que mi corazón está engañándome y probablemente he puesto algo, como mi ego, en lugar de Dios. Esto no es una conducta pasiva como lo es ignorar a Dios. Es una conducta activa como lo es pelear con Dios. Soy hombre salvado pero en el proce o del crecimiento espiritual.
Los ídolos del corazón muchas veces son deseos legítimos, tal como el deseo de ser obedecido por mis hijos, pero que puede convertirse en una demanda (Santiago 4). El ídolo progresa así: yo deseo, yo demando, yo juzgo, yo castigo. Cuando hay división en la iglesia o divorcio de un matrimonio, suele ser que las razones dadas son tonterías. Pero atrás de estas tonterías están los ídolos monstruosos de los egos, comprometidos a no ceder a nadie, ni siquiera a Dios.
Pero, hay esperanza. Tenemos todo lo que necesitamos para la vida y la piedad (2 Pedro 1:3). Podemos identificar el ídolo que no nos permite reconciliar. Piensa en un conflicto pasado o presente que te ha sido difícil resolver y hazte las siguientes preguntas:
• ¿Qué ocupa mi tiempo y pensamientos?
• Si fuera ________, todo estaría bien, feliz, seguro
• ¿Qué quiero preservar o evitar?
• ¿En qué/quién confío?
• ¿Qué temo?
• ¿Qué me causa frustración, ansiedad, resentimiento, amargura, enojo, depresión?
• ¿Hay algo de tanta importancia que estoy dispuesto a decepcionar o lastimar a otros para tenerlo?
Una vez habiendo identificado el ídolo, ¿cómo podemos quitarlo y regresar a adorar al Dios verdadero? Lo hacemos por medio del arrepentimiento genuino, la confesión y el perdón.
Restáurale Gentilmente I
¿Ha experimentado un conflicto continuo en que piensa mejor guardar silencio, pero luego no puede aguantar más? Niega que haya conflicto hasta que ya no puede tragar la pastilla amarga y explota diciendo muchas palabras de enojo. Deja un puente de amistad permanentemente quemado. ¿No hubiera sido mejor hablar antes?
Las preguntas que queremos contestar en esta sección son: ¿Cuándo es necesario hablar? ¿Cómo puede uno mostrar a otros que ellos han contribuido a un conflicto? ¿Con qué actitud se debe acercar a la necesidad de confrontar? Estamos en el punto tres de cuatro, 1. Glorifica a Dios, 2. Saca la viga de tu propio ojo, 3. Restáurale gentilmente, y 4. Ve y reconcíliate.
Ahora, ¿Cuándo es necesario hablar? El amor todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. (1 Corintios 13:7) “Si es así,” preguntas, “¿Por qué confrontar? ¿No es mejor no decir nada?” Es cierto que puede evitar muchos conflictos simplemente pasando por alto una ofensa no insistiendo en sus derechos. Pero tendemos a confundir el pasar por alto por la negación.
El pasar por alto no es un proceso pasivo simplemente guardando silencio mientras esperamos un momento propicio para usar la ofensa en contra de la otra persona. Esto es sembrar y cultivar semillas de venganza. El pasar por alto una ofensa es perdonar de corazón sin amarguras y sin hablar a nadie de la ofensa nunca. Pero esto no siempre es sabio, ni bíblico, ni es siempre una muestra de amor.
Son dos ocasiones en que no es sabio pasar por alto una ofensa. Primero, si la ofensa ha levantado un muro entre ustedes o si le ha causado sentirse diferente hacia la otra persona por más que un tiempo breve. Segundo, si el pecado daña la gloria de Dios, causa una separación en una amistad, daña a otras personas o a la persona misma. Si es así, tienes que hablar. Pero espera. Posteriormente tocaremos el tema de cómo hablar.
La próxima vez que se sienta ofendido por alguien y decida guardar silencio, piénsalo bien, ¿estás realmente pasando por alto la ofensa o guardando rencor?
Restáurale Gentilmente II
En la última sesión descubrimos cómo discernir si podemos pasar por alto una ofensa contra nosotros o si tenemos que hablar. Pero ¿qué de un hermano que tiene algo contra nosotros? “Pues, el hermano esta obligado a decirme, ¿no es cierto?”
De hecho, no es cierto. En el sermón del monte Jesús dice, “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.” (Mateo 5:23, 24)
En este texto Jesús nos obliga a preocuparnos por el enojo del prójimo. Si se me ocurre que tal vez el hermano tiene algo contra mí, debo dejar mi ofrenda, ir a reconciliarme con él y luego regresar al altar. Observa bien que no dice, “si haz pecado contra tu hermano.” Si tu hermano tiene algo contra ti, quiere
decir una ofensa real o imaginada.
“¿Cómo puedo saber si mi hermano tiene algo contra mí?” No me habla, no devuelve mis llamadas telefónicas, no contesta mis correos electrónicos, siento distancia de su parte. El Señor no me permite descuidar una amistad que se esta enfriando. Tengo que preguntarle, “Hermano, siento que nuestra amistad se ha enfriado. ¿Te he ofendido?”
Si sé que es una persona que va a guardar silencio negando que haya algún problema, oro pidiendo al Señor me muestre mi falta y la manera de acercarme al hermano para reconciliarme con él. Preparo una confesión completa con los 7 pasos de los que ya hemos hablado en otra ocasión en esta serie de artículos.
¿Cuál es el propósito de ir a reconciliarme en estos casos? Son tres: aclarar un malentendido, aprender de mis errores y debilidades, y salvar al hermano de la amargura de no perdonar y de sus enojos.
La próxima vez que vayas a participar en la santa cena, piénsalo bien. ¿Es posible que un hermano o hermana tenga algo contra ti? Reconcíliate antes. Vas a recibir una sorpresa, la bendición de la presencia del Señor más íntima que nunca contigo en la toma del pan y la copa.
Restáurale Gentilmente III
Hemos considerado las ocasiones en que es obligatorio hablar, tanto cuando estamos ofendidos como cuando hemos ofendido. Ahora bien, ¿cómo debemos hablar?
El propósito es restaurar, no tomar venganza ni hacer al hermano sentir nuestro dolor. Mateo 18:15 dice, Si tu hermano peca contra ti, vé y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Queremos sacar provecho de la oportunidad de glorificar a Dios, servir a otros y crecer a la semejanza de
Cristo. Vamos a hablar con el corazón lleno de amor para la otra persona con el propósito de ganar al hermano. Si hemos sacado honestamente la viga de nuestro propio ojo, será más fácil ir con el corazón lleno de amor.
Nuestra guía es Santiago 1:19: …todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse. La meta es dialogar, lo cual implica escuchar atentamente, no sólo hablar. Tenemos que:
Esperar
Dejar al otro responder (Proverbios 18:13)
Atender a lo que está diciendo (Mateo 7:12)
Clarificar
“Creo que estás diciendo...” “¿Podrías darme un ejemplo?”
Repetir lo que hemos entendido, (“Crees que no tomé tiempo para escucharte.” “Desde tu perspectiva, yo
estaba equivocado cuando dije eso acerca de ti.”)
Acordar si es cierto lo que la otra persona dice (Salmo 141:5; Proverbios 28:13)
Además, para comunicar bien y amablemente, debemos:
Orar.
Elegir el tiempo y el lugar adecuado.
Creer lo mejor respecto al otro (1 Corintios 13:7)
Hablar a la persona siempre y cuando sea posible.
Evitar el correo electrónico o las cartas para la confrontación
Evitar el chisme o la comunicación indirecta por medio de otras personas.
Pensar bien en nuestras palabras y atender la comunicación no verbal, los gestos y el tono de voz.
Usar declaraciones del tipo “yo” en vez de acusar: “Cuando no llegaste, yo me sentí triste,” en vez de
“Nunca cumples con tus compromisos.”
Pensar objetivamente de la otra persona (Filipenses 4:8).
No es una mala persona, todavía es hermano en Cristo
Usar la Biblia cuidadosamente (Mateo 7:5)
Buscar la receptividad
¿Piensas que es tarde para hablar? Nunca es tarde para empezar a hacer lo correcto.
Restáurale Gentilmente IV
“Roger,” me dices, “Todo lo que dices en cuanto a la reconciliación suena bien en teoría, ¿pero cuando el
hermano no quiere…?” Muy buena observación. Primero, déjame preguntarte si es teoría o Biblia. Si es Biblia, ¿qué opciones tenemos? Obedecer o no. Nuestra responsabilidad es obedecer. El cambiar corazones es el trabajo de Dios.
Bueno, y si he hecho todo de mi parte para hacer la paz y todavía no hay respuesta, ¿qué hago? Muy buena pregunta. Jesús nos ofrece una solución. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Mateo 18:16 Mejor invitar a una persona madura 6
en la fe y aún mejor si está capacitada como mediador, es decir, una persona que puede ayudarles con la reconciliación.
Es preferible reunirse con un mediador por mutuo acuerdo. Habla con tu contraparte en el conflicto e invítalo a sugerir a una persona mediadora y testigo. “Josué, parece que necesitamos ayuda con nuestro problema. ¿Puedes sugerir a alguien que pueda servir como mediador y testigo para ayudarnos a llegar a
un acuerdo y hacer la paz?” Si rehúsa, tienes que buscar ayuda sin mutuo acuerdo. Es tu responsabilidad bajo el proceso indicado por Jesús.
Lleva contigo a un mediador/testigo solamente si has tratado de tomar el primer paso: no hagas caso de ofensas menores, y agotado el segundo paso: habla en privado. Ten cuidado de no brincar los pasos indicados por Jesús en Mateo 18:15-20. Y ten cuidado de buscar a una persona madura como testigo que
puede guardar confianza. El propósito de buscar un mediador o testigo no es para desahogarte, quejarte o hacer chismes. Tu propósito es la reconciliación.
¿Qué esperas de un mediador o testigo en un conflicto? Una persona madura y capacitada en la mediación. Los mediadores fomentan dominio propio y cortesía, hacen preguntas, aclaran los hechos, aconsejan y amonestan por medio de la Palabra de Dios, multiplican los recursos (por ejemplo invitan a peritos en el área del conflicto), observan y reportan a la iglesia, y aún pueden servir de árbitros si los dos no logran llagar a un acuerdo.
Si no has considerado la necesidad de buscar ayuda con la reconciliación, nunca es tarde para empezar a hacer lo correcto.
Restáurale Gentilmente V
Queremos restaurar a nuestro hermano. Hemos determinado que la ofensa es demasiado seria para pasarla por alto. Hemos hablado en privado y no nos escuchó, entonces fuimos con un testigo/mediador siempre con el mismo propósito de restaurar al hermano.
Y si todavía no hay respuesta, ¿qué hacemos? En ese caso ¿no es mejor dejar el asunto, dormir y con el tiempo va olvidándose? ¿No es mejor empezar de nuevo sin mencionar los asuntos que puedan causar más dolor? Es cierto que la reconciliación toma tiempo, pero ¿cuándo ha producido una reconciliación
real esta táctica? Aun con mucho tiempo, ¿no quedan desconfianza, dudas y amarguras?
El patrón para la reconciliación es lo que hizo Cristo en la cruz. Es una reconciliación total, todos juntos en la presencia de Dios, y no por haber dejado pasar suficiente tiempo para olvidarse de nuestro pecado. Si Dios no recuerda nuestras transgresiones es solamente porque Cristo pagó todo de una vez por todas
con su vida en la cruz.
Entonces, ¿qué hacemos? Mateo 18:17 dice: Si no los oyere, dilo a la iglesia. Hermanos y hermanas, por favor, esto no significa anunciar a toda la iglesia el problema durante el tiempo de testimonios en el culto del domingo, ni es hacer chismes. Es hablar a los ancianos, es decirlo al liderazgo de la iglesia. La norma es mantener el círculo de personas involucradas en el asunto lo más mínimo posible. Los líderes son responsables por la disciplina de la iglesia para proteger al prado. La disciplina de la iglesia es el plan de Dios para rescatar a la oveja perdida.
Si no hay respuesta a los esfuerzos de los ancianos para restaurarlo, ellos tienen el derecho y la responsabilidad de determinar si es necesario tratarlo como un inconverso. Un inconverso no puede ser 7 parte de la iglesia, pero, ¿cómo trató Jesús a los inconversos? Con amor, predicando el evangelio,
ofreciendo el perdón.
Lo que siempre esperamos es poder restaurar al arrepentido. Pedro captó la idea cuando preguntó al Señor, ¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo, No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete. (Mateo 18:21)
Adaptado de El Pacificador, una guia bíblica a la solución de conflictos personales, Ken Sande, (RDM,
1ª edición, 2000 1ª impresión en español).