INTRODUCCIÓN
Una de las más peligrosas tendencias del ser caído, y que satanás aprovecha eficientemente para hundirlo en su pecado, es el auto engaño de creer que es posible agradar y llegar a Dios con esfuerzos humanos.
Muchos han confundido la revelación Bíblica sobre la santidad que Dios demanda, interpretando que se requiere un esfuerzo humano para alcanzar las promesas de Dios.
Es justamente aquella enseñanza del Señor Jesús. Una escena en el templo y dos hombres que subieron a orar. Uno fariseo y el otro recaudador de impuestos. El fariseo oraba consigo mismo, y dándole gracias a Dios, hacía alarde de su propia justicia, enalteciendo su religiosidad y despreciando a su prójimo, particularmente al recaudador de impuestos allí presente. Este último, con una condición de total humillación, ni siquiera se atrevía a levantar la vista al cielo y con verdadero arrepentimiento, reconocía su pecado ante Dios. Lo importante de esto es la respuesta que dio el Señor Jesús: “Les aseguro que éste (el recaudador de impuestos) y no aquel (el fariseo) volvió a su casa justificado ante Dios. Pues todo el que a sí mismo se enaltece será humillado y todo el que se humilla, será enaltecido.” (Lucas 18: 14)
Es muy fácil desviarse si el Evangelio no esta bien asimilado en nuestro ser. Es muy fácil manifestar lo que es carnal, sino existe una visión clara de la obra de Cristo.
Aun diciendo “Mi justicia esta en Dios” podemos manifestar algunas actitudes que niegan totalmente esa confesión.
Si nuestra confesión es “mi justicia esta en Dios” ¿qué tan necesitados nos sentimos del perdón de Dios en Jesucristo por sabernos injustos por naturaleza? Si nuestra confesión es “Tengo hambre y sed de justicia” ¿qué tan seguros estamos que es Cristo quien ha puesto este deseo en nuestro corazón? Y más aun, ¿habrá algo en nuestras vidas que se parezca a la confesión del fariseo?
Hermanos, la Justicia de la cual habla el texto no es la justicia humana, es la Justicia Divina y como tal debemos entender que es la Justicia que Cristo ganó para Su pueblo. Por lo tanto:
“Solo la Gracia de Dios en Jesucristo saciará nuestro ser, haciendo que la Justicia divina sea una necesidad prioritaria en nuestras vidas”
Porque, tal como lo enseña la Escritura:
Cristo nos bendice haciéndonos felices o bienaventurados al saciar nuestras vidas con Su justicia Divina.
Preguntémonos entonces: ¿Hemos asimilado el Evangelio para entender bien el significado de tener hambre y sed de justicia?
Para ello debemos revisar cuatro aspectos:
- Lo que no es verdadera justicia.
- Lo que es verdadera justicia.
- Lo que es tener hambre y sed de justicia.
- De dónde viene este deseo en el pueblo de Dios.
1. LO QUE NO ES VERDADERA JUSTICIA
La Justicia humana no es la verdadera Justicia. La justicia humana la podemos apreciar en escenarios políticos, laborales y sociales; en los tratados internacionales, en las relaciones entre patrono – empleado de una empresa y entre otras, en las negociaciones comerciales, pero sólo como un asunto netamente moralista.
La justicia humana se caracteriza por hacer gozar de respetabilidad a los hombres, pues sirve a un propósito de conveniencia en sus relaciones.
Estas cosas son simple justicia humana y concebidas así, no tienen nada que ver con el concepto de Justicia Divina y aun siendo válida en las relaciones humanas, no permite enfocar la Justicia Divina.
Esta justicia humana afirma la Escritura, es “trapo de inmundicia”, y como tal está muy alejada de la declaración: Dios es Justo y Él ama la Justicia.
Siendo que nuestra propia justicia no tiene nada que ver con el objetivo de Dios, debemos entender que existe una inmensa e imperiosa necesidad de conocer correctamente la Justicia Divina.
2. LO QUE ES VERDADERA JUSTICIA
Hasta el más mínimo detalle en la creación del Altísimo, esta impregnada de Su Justicia. De igual manera, la Redención de Su pueblo esta determinada por este atributo del Ser de Dios.
En este caso necesitamos remitirnos a la caída del hombre, pues allí se perdió la perspectiva de la realidad divina, profanando la Justicia de Dios y cayendo en la ruina de la injusticia.
El hombre no es justo delante de Dios, porque no quiere y porque no puede. Entonces sólo avanzaremos hacia el verdadero significado de Justicia, entendiendo primeramente, que Dios mismo, manifestándose con otro de Sus atributos: Su fidelidad, proveyó la solución eficaz para satisfacer Su propia Justicia, que fue profanada por el hombre en el Edén. Envió a la tierra a Su Hijo amado Jesucristo, para tomar el lugar que le correspondía a Su pueblo. Sobre Cristo fue descargada toda Su Ira Santa, humillándolo hasta la muerte para condenar el pecado que debía pagar el pueblo de Dios. Por esta obra, producto de Su maravillosa e inagotable Gracia, este pueblo viene a ser partícipe de la Justicia Divina.
Dios te revela esta verdad para que hagas conciencia de lo terrible de la injusticia humana y de la imperiosa necesidad de vivir en la Justicia de Dios.
De esta manera podemos decir que la Justicia de Dios es Su absoluta perfección, la cual se manifiesta absolutamente en todas Sus obras; en la creación de los cielos y la tierra, y en la Redención de Su pueblo, al elegirlo, justificarlo, purificarlo; transformándolo para tener hambre y sed de Justicia, y glorificarlo.
3. LO QUE ES TENER HAMBRE Y SED DE JUSTICIA
Lo que se interpone entre Dios y nosotros para practicar la Justicia, es el pecado. Por lo tanto, hambre y sed de Justicia es tener la prioridad, de librarse del pecado en todas sus formas y maneras posibles.
Tener hambre y sed de justicia, es un sentimiento anhelante y de gran intensidad por librarse, tanto de los pecados externos (palabras y obras pecaminosas) como también de los pensamientos, sentimientos y deseos pecaminosos.
En otras palabras, es anhelar con todas las fuerzas, la liberación de toda contaminación del pecado.
Tener hambre y sed de justicia es desear verse libre del viejo hombre con todas sus horribles y dañinas manifestaciones. Es querer andar con Dios, en Su luz, andar en su pureza y santidad.
4. DE DÓNDE VIENE ESTE DESEO EN EL PUEBLO DE DIOS
Esta prioridad; este deseo intenso de librarnos del pecado, es obra del Espíritu Santo.
La Gracia de Dios nos hará sentir este deseo intenso de quitarnos la influencia del pecado, haciéndonos experimentar que estamos bajo la esclavitud del pecado, descubriéndonos que hay muchos pecados que aun nos gustan y deseamos. Es vivir aquella lucha que dice el apóstol Pablo: “No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco” (Rom 7: 15)
Por Gracia, quien tenga hambre y sed de justicia, concluirá que el pecado es una descarada rebelión contra Dios y un elemento destructivo que nos aparta de Él.
Sabemos por la Biblia que Dios es quien pone en Su pueblo tanto el querer como el hacer para que se cumpla Su buena voluntad. Por lo tanto, es Cristo por Su Espíritu Santo, quien vendrá a nosotros, y al vivir en nosotros, seremos liberados cada vez más del poder del pecado. Por Gracia, podremos más que vencer sobre estas cosas que nos asaltan, de modo que no sólo tendremos una respuesta y bendición inmediata, sino que mientras sigamos en comunión con el Señor diariamente, podremos resistir los ataques de satanás y crecer a la altura de nuestro Señor Jesucristo.
Tendremos hambre y sed de justicia por ser nuevas criaturas en Cristo Jesús, y seremos saciados por Él mismo dándonos esa Justicia Divina, por la cual anhelamos crecer cada vez más, practicando y cumpliendo lo que El Señor ha ordenado.
APLICACIÓN
No nos engañemos más creyendo que algún acto propio nos podrá acercar a Dios. No nos engañemos creyendo que con nuestras propias fuerzas podremos resolver las situaciones de la vida, pues de esta manera sólo demostramos orgullo y soberbia y como sabemos, son aborrecibles por Dios.
No nos engañemos creyendo que una actitud religiosa tenga algún efecto sobre las promesas de Dios.
Más bien, humillémonos ante Dios, reconociendo los pecados e implorando Su perdón.
¡Humillémonos! implorando al Señor que nos haga ver nuestro pecado, porque Él es la única fuente de perdón a quien acudir. No creamos que por tener algún tiempo en la iglesia ya no requerimos humillarnos y depender de Cristo.
Entendamos que seremos saciados por Cristo en la obra del Espíritu Santo, y nuestra mayor necesidad, por agradecimiento al Señor, es buscar Su Justicia, pero sólo lo haremos, cuando tocados por Dios, nos humillemos ante el trono de la Gracia, y arrepentidos bajemos nuestra cabeza ante la Majestad de Dios.
Por lo tanto, con el mayor anhelo, roguemos a Dios que nos conceda el perdón de los pecados todos los días de nuestra vida. Roguemos a Dios que Su Gracia nos sostenga y nos conceda el deseo incesante de tener hambre y sed de Justicia para vivir bajo la bendición de Dios, siendo bienaventurados; verdaderamente felices, a la espera de la gloriosa llegada de nuestro Señor y Salvador Cristo Jesús.
CONCLUSION
El Señor emplea dos elementales instintos humanos en un uso espiritual, con el fin de mostrarnos que la necesidad más importante para el pueblo de Dios es la búsqueda de la Justicia Divina. Lo hace a través de dos necesidades que pudieran resultar inaguantables, al punto que tener hambre y sed y no saciarlas, causarían la muerte.
Este sentido espiritual se enfoca en la Redención del pueblo de Dios por la obra de Jesucristo, como la única obra que nos concede la Justicia Divina y por ende la vida eterna. Como la única obra que produce y sacia el hambre y la sed de Justicia Divina en nuestras almas.
Cristo impulsará y saciará nuestro deseo de Justicia porque nos ha dado vida y vida en abundancia.
A Cristo y sólo a Cristo sea la gloria,
Amén
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