Publicación: 10/01/2011 01:00:00 a.m.
Es un hombre educado, de trato amable y gentil, la cortesía es su carta de presentación. Académicamente bien formado, una referencia para amigos y relacionados, el orgullo de su familia y un ejemplo para sus descendientes. Todas las mañanas sale del armonioso lecho de su hogar para cumplir responsablemente con sus obligaciones y ganar el sustento para su familia, pero, inexplicablemente al abordar el habitáculo de su carro y empuñar el volante para trasladarse, sufre una increíble y brutal transformación, algo así como una mutación temporal, o más bien, un desdoblamiento de personalidad equiparable al “Extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde”
En condiciones normales de su cotidianidad como peatón, jamás tropezaría a una persona en la calle sin ofrecer disculpas, cedería el paso a una dama o abuelito, sería impensable que en la cola de un banco o mostrador, ante la mirada atenta de los demás clientes, intentase irrespetarlos pretendiendo ser atendido sin esperar su turno. Guardaría en sus bolsillos cualquier desecho mientras consigue un adecuado lugar para colocarlo y deshacerse de él, nunca le diría a un extraño, un indecoroso ¡Apúrate! y mucho menos saldría de su boca un insulto o vulgaridad. Solo basta que aborde un automóvil y este ciudadano ejemplar actuará como el peor de los patanes
Es como si el anonimato que le ofrece la delgada capa de papel ahumado que lo aísla del mundo, le afectara de una manera tan terrible, que lo despojara de la educación y los modales que con tanto esfuerzo, cariño y dedicación, sembraron en él, padres, maestros y amigos. O peor aún, es como si la intimidad que logra en ese pequeño espacio que es su vehículo, le permitiese ser quien realmente es, un ser primitivo y disociado, dominado por su egoísmo, orgullo y vanidad
Esa pequeña cápsula, le justifica las más inapropiadas conductas. Cualquier norma de cortesía queda fuera de la “Cabina Animal”, allí, en su mundo y sólo con sus pensamientos, los demás son, o sus enemigos o un montón de gente “inferior”, que sin excepción, no está capacitada para estar al mando de un vehículo. Solo él entiende el ritmo que debe llevar el mundo y todos los demás son unos perfectos idiotas que no comprenden el mecanismo de circulación. Solo él, el infalible, está capacitado y siempre tiene la razón
Allí, en esa cabina, en una inexplicable inequidad, exige que le den paso, pero es incapaz de ofrecerlo, pelea por cada milímetro de terreno aún cuando todo el tránsito esté detenido, en su mundo, es preferible atravesarse que permitir el paso de otros. Con mirada de desprecio y con desmedida soberbia, agrede a cualquiera que tenga la osadía y el infortunio de estar junto a él
En la cola de un semáforo, adelantará por el hombrillo y se colocará de primero, porque como está “Apurado”, entonces los demás que se esperen, su individualidad está por encima del sentido común
Si por desgracia llega a chocar por su responsabilidad, el “¡disculpe!” que en otras circunstancias, sería la primera palabra que emitiría, será transformado por: ¿Qué te pasó? Trasladando la culpa al otro. No puede admitir que cometió un error y comenzar a asumirlo con gallardía, es preferible seguir enlodándose y comenzar una discusión sustentada por su irresponsable irracionalidad
Por la ventanilla de su auto saldrán latas de cerveza, bolsas de confite, papeles, botellas de refresco y cuanta basura encuentre en su recinto salvaje. El ambiente le importa un pito, la pulcritud de su “nave” es la prioridad
La corneta del carro es su grito y la perfecta definición de un milisegundo, que es el tiempo que tardará en accionarla luego de que el semáforo cambie a verde y deba gritarle ¡Apúrate! al que está justo delante de él
Una discusión con otro conductor es el momento estelar de una jornada, para entablar un contrapunteo de obscenidad que deja salir toda la rabia que lleva por dentro, todo el odio que lo consume y que va saliendo como excretas de su boca en un repertorio digno de los carteles de espontáneos que se consiguen en un baño público de un bar de mala muerte en una zona de tolerancia
Si usted le contara a la madre de este elemento su accionar, jamás podría creerlo, lo conoce y sabe cuanta formación recibió, nunca podría comprender que aquella persona que es la continuación de su vida, por la que ha luchado y se ha esforzado por darle educación y sembrarle valores, se comporte como un cavernícola primitivo carente de educación y el más mínimo civismo. No podría soportar semejante decepción
Son muchas más las acciones que podemos recrear de este individuo y todos sabemos que son incorrectas, pero lamentablemente no está solo en su conducta, todos los días una legión de poseídos y poseídas, sale a la calle víctimas de la “Cabina Animal”, mientras más jóvenes, más peligrosos, más mutantes y agresivos y no solo por la fatal mezcla de alcohol y gasolina que les altera la razón y los sentidos y los hace Superman, sino porque han aprendido esa conducta al volante siendo niños al ver a sus padres y madres con la atención de quien graba el modelo de sus ídolos de formación
Hay una especie de códigos no escritos regidos por la lógica del que tiene poco o nada que perder, es por esto que, una “Cabina Animal” es más peligrosa en la medida que es más grande, más vieja, más deteriorada o conducida por una persona distinta a su propietario, sus gestos, sus acciones y su mensaje son claros; ¡No te metas conmigo, un espíritu camorrero me tiene poseído…!
La próxima vez que esté en el umbral de subirse a su vehículo y sobre todo si está acompañado de sus hijos, haga una pausa, recuerde que usted es fruto de un hogar que lo formó en valores para ser “gente” y ahora usted debe transmitir a sus descendientes, sobre todo con el ejemplo, toda esa inmensa riqueza que recibió. Si luego, se consigue con otro personaje enajenado por el efecto de su cabina, no se enganche. No permita que el espíritu de Rumildo lo posea y la “Cabina Animal” sea capaz de dominar su conducta convirtiéndolo en Trucutú.
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