por Carla Barnhill
Es uno de esos días en que me encuentro insatisfecha. No me gusta como me veo. No me gustan las cosas en mi cuarto. No me gusta mi vida aburrida. Necesito más cosas para sentirme mejor. Para sentirme nueva. Voy al centro comercial porque eso promete ayudarme. El Palacio de Hierro, Liverpool, Deportes Martí, Beneton. No puede fallar. En la tienda, los carteles en las paredes muestran a chicos impecables, que juegan al balompié de contacto con muchachas de brillantes cabelleras. Están haciendo una jugada en camisas de tela escocesa y pantalones de color caqui. Una muchacha tiene una camiseta grande atada casualmente alrededor de su fina cintura- una graciosa jugadora. Ellos están riendo en esa foto, los chicos distinguidamente impecables y las chicas de brillante cabellera. Se están divirtiendo más en sus ropas de marca de lo que yo lo he hecho en meses. En la sección de calzado, una foto de Michael Johnson cuelga sobre una pared de tenis para correr. El mensaje tras la imagen es claro: No hay nada mejor en la vida que ganar. Teniendo unos tenis como esos, tal vez me haga sentir menos como una perdedora. En la otra tienda, el sweater café y verde que tiene la delgada maniquí, promete hacerme ver delgada y a la moda. Las vendedoras se ven tan modernas, con sus zapatos de plataforma y sus faldas cortas. Si me viera como ellas, usando ese ajustado sweater café y verde, podría tener más citas. En la otra tienda, veo a una chica con el cabello blanco y lápiz labial negro. Ella está vistiendo una minifalda verde cubierta con lentejuelas. Me pregunto en que gran fiesta la usará. Me pregunto que se sentirá ser tan moderna. Pero ella cuelga la falda y sale caminando de la tienda. Y noto algo que yo no había visto cuando estaba parada tras los anaqueles de ropa. Noto la voluminosa carriola que empuja, al inquieto bebé que está harto de estar confinado. Noto la cansada expresión en los ojos de la madre, la manera en que anda hacia un banco donde puede descansar por un minuto y calmar a su bebé. Y me doy cuenta de que probablemente ella no va a ninguna gran fiesta. Ella puede comprar todas las minifaldas verdes del centro comercial, pero aún así ella irá a casa a su vida como una madre adolescente. Nada en las tiendas puede cambiar eso. Y me doy cuenta de que el centro comercial tampoco puede cambiar mi vida. No me veo a mi misma como una persona materialista. De hecho, compro mucha de mi ropa en tiendas de descuento. Manejo un feo auto viejo. Mis amigos aún me critican por ser tacaña. Aún así, me encuentro a mí misma queriendo cosas. No porque las necesite, sino porque parecen como si me pudieran hacer más interesante, más excitante. Como si de alguna manera, las cosas que poseo puedan cambiar la vida que tengo. Cuando miro los anuncios en las revistas o en la televisión, eso es lo que me prometen esas cosas: Una vida mejor, una mejor yo. Claro, yo se que solo es publicidad, pero una parte de mí no puede evitar creer que esas promesas son verdad – al menos un poquito. Pero me gustaría pensar que me puedo gustar a mí misma, aunque no tenga lo último de la música o los zapatos más hippies. Me gustaría pensar que tengo valor porque soy yo, no porque tengo las cosas “adecuadas.” Cuando me pongo a pensar en ello, se que las promesas del centro comercial son falsas, porque me ha sido dado otro conjunto de promesas: las promesas de Dios. El centro comercial me dice que la ropa nueva puede hacerme más atractiva, más aceptable para otros. Pero Dios me asegura que yo soy Su maravillosa creación:
Salmo 139:14 “?Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras. Estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien.”
Nada de lo que compre puede mejorar lo que Él ha creado. Las tiendas me dicen que las cosas que compro pueden levantar mi espíritu, hacerme sentir mejor. Y es cierto, por un ratito. Pero Dios promete consolarme y restaurarme cuando me siento quebrantada.
Salmo 46
1 Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza,
nuestra ayuda segura en momentos de angustia.
2 Por eso, no temeremos aunque se desmorone la tierra
y las montañas se hundan en el fondo del mar;
3 aunque rujan y se encrespen sus aguas, y ante su furia re tiemblen los montes.
4 Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios,
la santa habitación del *Altísimo.
5 Dios está en ella, la ciudad no caerá;
al rayar el alba Dios le brindará su ayuda.
6 Se agitan las naciones, se tambalean los reinos;
Dios deja oír su voz, y la tierra se derrumba.
7 El Señor *Todopoderoso está con nosotros;
nuestro refugio es el Dios de Jacob.
8 Vengan y vean los portentos del Señor;
él ha traído desolación sobre la tierra.
9 Ha puesto fin a las guerras
en todos los confines de la tierra;
ha quebrado los arcos, ha destrozado las lanzas,
ha arrojado los carros al fuego.
10 «Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios.
¡Yo seré exaltado entre las naciones!
¡Yo seré enaltecido en la tierra!»
11 El Señor Todopoderoso está con nosotros;
nuestro refugio es el Dios de Jacob.
Él promete estar ahí cuando estoy confundida acerca del futuro, cuando mis amigos me fallan, cuando no se a quien voltear para pedirle ayuda. Las cosas que compro me prometen una vida mejor. Pero Dios me promete una vida abundante.
Juan 10:10 “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.”
... la mejor vida posible. La vida eterna. Así que, ¿dónde pondré mi confianza? ¿Dónde encontraré mi valor? ¿Dónde estará mi corazón? Con Dios, quien guarda Sus promesas.
Algunos Puntos Buenos Carla parece capturar la verdad de nuestra desesperada persecución del materialismo. Es un esfuerzo inútil buscar satisfacción en otra cosa que no sea Dios. Esto refleja la verdad de que todos nosotros dirigimos nuestros corazones hacia algo, aunque Dios claramente nos diseñó para dirigir nuestros corazones hacia Él. Se le llama adoración, y mientras la cultura adora a los íconos e ídolos de su era, nosotros somos llamados a rebelarnos y regresar a nuestra adoración al Dios que nos creó.
¿Qué hay de nosotros? ¿En quién confiamos y a quién adoramos? ¿Estamos yendo tras el materialismo? Aun cuando no tenemos dinero podemos ir tras el materialismo con nuestros corazones deseando lo material. ¿O estamos buscando y confiando en Dios? ¿Qué tanto confiamos en él?
Que tengas un buen día!
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