29 de diciembre de 2011

En el Camino Aprendí

La vida es una experiencia y hay que aprender de ella en cada paso.

En el camino suele haber días tan dulces y días tan tristes, pero en esto me pregunto, qué sería de mi si no conociera la tristeza, el dolor, no lo sé, simplemente he dado respuesta a esto con más preguntas.

Dentro del camino suelen tener la compañía o la presencia en algunos momentos, pero también puede reinar la soledad. Puedes observar las huellas que han quedado impregnadas dentro de tu camino y puedes darte cuenta de lo que en realidad necesita tu vida.

Dentro de este camino hay espinas que nunca salen de tu interior, hay estrellas que suelen señalar, pero quizás nunca llegues a palpar su calor. Hay momentos que rebasas tu felicidad y momentos en agonías en tu dolor, pero la vida es un subir y bajar de emociones, es una vida peligrosa pero a la vez suele ser hermosa.

El ser no es más grande por su tamaño si no por la fuerza que se encuentra en su interior: ¿Qué pasaría con las ilusiones y con los logros si entre ellos no existe un esfuerzo? ¿Qué pasaría con caer y no levantarse? No podríamos conocer el éxito, hay personas que luchan y consiguen llegar a la meta sin limitarse en ella, sino seguir más adelante.

En el camino en algunos momentos es necesario mirar hacia atrás, pero no es necesario retroceder, es necesario escuchar el silencio, tal vez del silencio escuches algo más profundo de lo que escucharás en la turbulencia, trata de observar a tu alrededor; cada uno tiene un universo diferente, tal vez inexplorado o sin descubrir, tal vez tu sólo estés soñando, y yo sólo sea parte de tu sueño.

Autor Desconocido.

La Vida es un proceso que hacer germinar dentro de nuestro corazón las semillas de la Esperanza, la Fe y El Amor. Nunca exterminemos esas semillas, por el simple hecho que no entendamos los momentos críticos de la Vida.

¿Quién es el hombre que desea vida, que desea muchos días para ver el bien? Salmo 34:12.

Porque en ti está la fuente de la vida,y en tu luz podemos ver la luz. Salmo 36:9.

El Señor protege la vida de los íntegros, y su herencia perdura por siempre. Salmo 37:19.

21 de diciembre de 2011

Bastón de azúcar

¿Podemos tener un bastón de azúcar?, suplicó Jorge al mirar los caramelos colgando en el árbol de Navidad.

Sí, ¿podemos?, repitió como un eco su hermana Amy.

La mamá sonrió. Está bien, dijo asintiendo. Pero mientras lo comen, quiero que piensen en una forma que ellos les pueden recordar la razón por la cual celebramos la Navidad.

Está bien, dijeron los muchachos, y se sentaron, los desenvolvieron y comenzaron a comer. Por unos pocos minutos nadie habló. Jorge extendió su brazo con caramelo en la mano y lo miró. ¡Oye!, gritó. Nuestro versículo de la escuela dominical la semana pasada decía:

Por sus heridas hemos sido sanados, por lo tanto las rayas nos recuerdan de cómo azotaron a Jesús. Luego frunció el ceño. Pero, eso no tiene nada que ver con la Navidad, ¿o sí?, añadió.

La mamá sonrió. Oh sí, ciertamente, le aseguró. La razón por la cual Jesús nació fue para crecer y sufrir y morir por nuestros pecados, y para ser un Salvador para todo aquel que crea en Él y le acepte.

Amy alzó la mirada, sus ojos brillando. Entonces la raya roja del bastón de azúcar puede representar la sangre que Jesús vertió por nosotros cuando murió en la cruz, dijo. Me alegra que vino a morir por nosotros.

¿Qué tal tú?
Te emocionas tanto con los caramelos y regalos de Navidad que se te olvida la verdadera razón por la cual celebramos esta fecha?

En este día tan especial, se celebra el hecho de que Cristo nació para salvarte del pecado. Acepta el regalo maravilloso que Él te ofrece, el regalo de la salvación.

Isaías 53:5
Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.

16 de diciembre de 2011

Dar es el Nivel Mas Alto de Vivir

Cuando pienso en algunas de las figuras notables de la historia que fueron capaces de ministrar a las necesidades de la gente y llevar a cabo un gran servicio, uno de los primeros que recuerdo es John Wesley, el inglés del siglo dieciocho que fundó el movimiento metodista.

Él fue un líder que sirvió a Dios durante toda su vida con un espíritu generoso. Pero hay alguien en su familia que fue aun más desinteresada que él y que, realmente, alcanzó sus objetivos a través de su servicio.

Esa persona fue la madre de John, Susana Wesley. La última de veinticuatro hijos nacida en 1669 en el seno de una familia londinense acomodada, la muy inteligente Susana fue la mascota de su padre, el clérigo Samuel Annesley. Aunque por lo general en la Inglaterra de aquellos tiempos no se daba a las hijas mujeres una educación formal, Susana recibió una instrucción excelente de su padre, quien le permitía permanecer en su estudio cuando muchos de los hombres famosos de su tiempo se congregaban allí para discutir temas generales y filosofía.

Como resultado, ella era una persona bien informada, y su capacidad intelectual estaba bien afinada.

A los diecinueve años de edad, se casó con Samuel Wesley, un joven clérigo a quien se le llegó a considerar uno de los más finos eruditos de sus días. Formaron su hogar y empezaron juntos sus vidas.

Poco tiempo después, Susana tuvo su primer hijo, al que le siguieron varios más. Desdichadamente sus esperanzas eran más grandes que sus posibilidades de modo que pasaron casi todos sus cincuenta años de vida matrimonial en medio de apuros económicos.

En aquellos días, las mujeres de la clase media no trabajaban fuera de su casa, no obstante, Susana tuvo un trabajo más que de tiempo completo.

Se dedicó por entero al cuidado de su familia. Mantenía la casa, controlaba las finanzas (su marido era un pésimo administrador financiero) y supervisaba sus modestos esfuerzos campesinos. Aun cuando Samuel fue enviado por sus acreedores a prisión donde permaneció durante tres meses, ella no desmayó en su trabajo, el que realizó mientras seguía teniendo hijos, lo cual no era corriente en aquellos días.

En veintiún años, trajo al mundo diecinueve hijos, diez de los cuales lograron sobrevivir.

A pesar de todo el trabajo que Susana Wesley realizaba para su familia, su tarea más importante era educarlos. Cada día, excepto los domingos, durante seis horas se dedicó a la instrucción moral e intelectual de sus tres varones y siete mujeres.

Hizo de ese trabajo el objetivo de su vida.

Cuando estaba en los sesenta, su hijo John le pidió que le diera a conocer sus métodos escribiéndolos. Su respuesta fue:

No me gusta escribir sobre mi forma de enseñar. Creo que no serviría de mucho que alguien supiera cómo yo, que he vivido una vida de retiro por muchos años, empleé mi tiempo y cuidados en criar a mis hijos. Nadie puede, sin renunciar al mundo, en el sentido más literal, llevar a cabo mi método; y hay muy pocos, si es que hay alguien que pudiera dedicarse por entero durante los mejores veinte años de su vida a salvar el alma de sus hijos, la cual se cree que puede salvarse sin mucha dificultad; por eso fue mi principal preocupación.

Ella había realizado un increíble acto de entrega y, en el proceso, tuvo que dar mucho de sí, como ella misma dice, los mejores veinte años de su vida. Pero los resultados que se pueden ver en sus tres hijos hablan por sí solo. Charles fue un influyente clérigo y se le ha reconocido como uno de los más grandes escritores de himnos de todos los tiempos. Y a John se le atribuye el haber delineado el carácter de Inglaterra más que cualquiera otra persona en su generación. Su impacto en el Protestantismo sigue siendo notable.

Es probable que usted no pueda dar a su familia el tiempo que le dio Susana Wesley a la suya. Pero qué importante es que dé todo cuanto pueda a las personas que son importantes para usted. Y podrá hacer eso solo si aprende a no preocuparse por usted.

Dedique más atención a lo que puede dar en lugar de a lo que puede recibir, ya que dar es realmente el nivel más alto de vivir.

Rebecca Lamar Harmon, Susana: Mother of the Wesleys, Abingdon Press, Nashville, 1968
Maxwell, John C.: El Lado Positivo Del Fracaso; Failing Forward. Thomas Nelson, Inc., 2000; 2003, S. 126

Yo te daré a ti y a tu descendencia, para siempre, toda la tierra que abarca tu mirada. Genésis 13:15
Yo la bendeciré, y por medio de ella te daré un hijo. Tanto la bendeciré, que será madre de naciones, y de ella surgirán reyes de pueblos.
Genésis 17:16

15 de diciembre de 2011

El Lado Positivo del Fracaso

Una persona que siempre viajaba liviana (sin demasiado equipaje personal) era la hermana Frances Cabrini.

En marzo de 1889, cuando la monja de treinta y ocho años de edad abandonó el barco en la isla Ellis, estaba pensando en la tarea que la esperaba: ayudar a establecer un orfanato, una escuela y un convento en la ciudad de Nueva York. No estaba preocupada con ninguno de los problemas de su pasado, aunque había tenido muchos.

Francesca Lodi-Cabrini nació a los siete meses de gestación en la ciudad lombarda de San Ángelo, Italia, donde pasó su enfermiza niñez. A los seis años, tomó la decisión de ser misionera en China. Pero la gente se rió de su sueño.

«Una orden misionera jamás aceptará a una niña que se lo pasa enferma la mayor parte del tiempo», le dijo, mofándose, su hermana Rosa.

A los doce años, hizo votos de castidad y cuando alcanzó la edad mínima de dieciocho, presentó una solicitud de incorporación al convento de las Hermanas del Sagrado Corazón. Pero fue rechazada debido a su mala salud.

Pero el rechazo no haría que la Cabrini se diera por derrotada en su sueño de ministrar en Asia. Empezó a hacer cuanto podía en su propia villa para desarrollar fuerzas y probar que valía.

Enseñó a los niños del barrio. Se preocupó de cuidar a los ancianos. Y cuando se presentó una epidemia de viruela, atendió a las familias y amigos hasta que cayó enferma. Después que se recuperó, volvió a presentar solicitud al convento. De nuevo la rechazaron.

Después de seis años, la Cabrini finalmente logró que la aceptaran en la orden. Pensó que eso la pondría un poco más cerca de hacer realidad su sueño de servir en China. Pero todavía tenía que experimentar muchos reveses adicionales. Sus dos padres murieron al año siguiente. Luego fue asignada a enseñar en la escuela local en lugar de allende el mar.

Cuando presentó su solicitud para incorporarse a otra organización dedicada a servir en China, la rechazaron. Pronto la asignaron a supervisar un pequeño orfanato en Codogno, un pueblo a no más de setenta kilómetros de su casa. Pasó allí seis frustrantes años antes que el orfanato fuera cerrado.

Cuando todavía soñaba con ir a Asia, una monja superior le dijo que si quería ser parte de una orden misionera, tendría que empezar una ella misma.

Eso fue lo que hizo. Con la ayuda de una media docena de niñas del orfanato, fundó en 1880 las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón. Durante los próximos ocho años estableció la orden en Milán, Roma y otras ciudades de Italia.

Trató de ir a Asia, pero el Papa León XIII puso fin a su sueño de ministrar en China. Le dijo: «No al Este, sino al Oeste. Usted va a encontrar un vasto campo de trabajo en los Estados Unidos».

En Nueva York ayudó a poner en funcionamiento un orfanato, una escuela y un convento.

Así fue como la hermana Frances Cabrini llegó a la isla Ellis en marzo de 1889. Su largo sueño de servir en Asia yacía en ruinas tras ella, en Italia, el único hogar que ella conoció. Pero no miró atrás. No permitiría que el pasado la mantuviera cautiva.

Por los siguientes veintiocho años se dedicó a la tarea de ministrar a la gente en América. Y para hacerlo, venció una multitud de obstáculos. Cuando llegó a Nueva York, le dijeron que los planes para el orfanato, la escuela y el convento habían fracasado y que lo mejor era que volviera a Italia. En lugar de hacerlo, solucionó los problemas que se estaban presentando y estableció lo que había planeado.

Sin importarle las dificultades que tuvo que enfrentar, continuó venciéndolos. Cuando murió en 1917 a los sesenta y siete años, había fundado más de setenta hospitales, escuelas y orfanatos en los Estados Unidos, España, Francia, Inglaterra y América del Sur.

El impacto de la Cabrini fue increíble. Fue la Madre Teresa de su día con igual compasión, valor, tenacidad y liderazgo. Pero nunca habría hecho la diferencia que hizo si hubiera dejado que su pasado la mantuviera cautiva. En lugar de lamentarse por haber perdido su sueño y por los sufrimientos de su juventud, fue hacia adelante e hizo lo que pudo donde Dios quiso ponerla.

Mi esperanza es que usted pueda hacer lo mismo.

Maxwell, John C.: El Lado Positivo Del Fracaso; Failing Forward. Thomas Nelson, Inc., 2000; 2003, S. 99

Por qué dejar que las huellas del pasado y las cicatrices del rechazo te limiten. Tienes un Dios capaz de guiarte por nuevos senderos y hacer que tus sueños se hagan realidad.

Pruébalo!!!

Cierto día José tuvo un sueño y, cuando se lo contó a sus hermanos, éstos le tuvieron más odio todavía. Genésis 37:5.

Sus hermanos replicaron: ¿De veras crees que vas a reinar sobre nosotros, y que nos vas a someter? Y lo odiaron aún más por los sueños que él les contaba. Genésis 37:8.

12 de diciembre de 2011

Cómo Recoger Miel en vez de Picaduras

Poca gente se da cuenta de la importancia de las palabras que hablan. No hay manera de sobre enfatizar la importancia de lo que decimos y sin embargo, la mayoría de la gente no lo piensan, soliendo hablar sin pensar.

El escritor inspirador y clásico, Og Mandino, una vez se preguntó: “¿Por qué será entonces que tantos de nosotros hacemos lo imposible para ofender a otros con nuestra crítica y ofensivos juicios que suelen perseguirnos después?  ¿Por qué permitimos a nuestras bocotas cavar hoyos tan profundos en nuestro camino que detienen nuestro progreso?  ¿Será esto más que aquella “voluntad de fracasar” que ya se ha tocado?”

Él continuó comentando: “Si nuestra lengua ha estado ocupada acumulándonos enemigos, enemigos que no necesitamos y que pueden hacernos daño, no hay mejor momento que ahora para dejar de hacerlo.  Qué triste sería que tan insignificante hábito destruya nuestro gran potencial”.

Otro escritor inspirador y clásico bien conocido describió los peores efectos de la crítica a quienes la reciben.  Dale Carnegie, en su libro titulado “Cómo Ganar Amigos e Influir en la Gente” declara que “la crítica es inútil porque coloca a un hombre a la defensiva y suele animarle a justificarse a sí mismo.  La crítica es peligrosa porque lastima el precioso orgullo del hombre, su sentido de importancia y despierta su resentimiento”.

Mis queridos lectores, Dale Carnegie nos recuerda, “Cuando tratamos con personas, recordemos que no estamos tratando con criaturas lógicas.  Tratamos con criaturas emotivas, llena de prejuicios y motivada por el orgullo y la vanidad”.  Nos advierte que “la crítica es una chispa peligrosa… una que pudiera causar una explosión en el polvorín del orgullo, una explosión que algunas veces apresura la muerte”.  Carnegie continuó y brindó buenos ejemplos para sus planteamientos.  “El General Leonard Wood fue criticado y se le impidió ir con el ejército a Francia.  Aquel golpe a su orgullo acortó probablemente su vida.  La crítica amarga empujó al poeta inglés, Thomas Chatterton, al suicidio”.

Recuerdo que el filósofo griego, Pitágoras, dijo una vez: “Una herida inflingida por la lengua es peor que la provocada por la espada ya que la última afecta sólo el cuerpo, mientras que la primera afecta al espíritu”.

En la Biblia, Santiago, el discípulo de Cristo, nos advierte del veneno de la lengua.  Describe a algunos que intentan usar su lengua para alabar y bendecir a Dios y luego se voltean y la usan para hablar maldad contra otros”.  “Con ella bendecimos al Dios y Padre y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios.  De una misma boca proceden bendición y maldición.  Hermanos míos, esto no debe ser así” (Santiago 3:9-10).

No podemos usar nuestra lengua para maldecir y hablar mal de nuestros hermanos y luego mantener nuestra relación con Dios “como si nada hubiese pasado”.  La Biblia dice claramente que tal conducta de la lengua es característica de hipócritas.  “El hipócrita, con la boca daña a su prójimo…” (Proverbios 11:9).

El gran maestro de todos los tiempos, el Señor Jesucristo, nos reveló que nuestras palabras son importantes.  En Mateo 12:36-37, Él declaró: “Pero yo les digo que en el día del juicio todos tendrán que dar cuenta de toda palabra ociosa que hayan pronunciado.  Porque por tus palabras se te absolverá, y por tus palabras se te condenará” (NVI).

Ciertamente, mis queridos lectores, este no es un mensaje negativo. Cuando comprendemos la importancia y poder de nuestras palabras, las podemos usar para bien.  La palabra de Dios dice claramente: “En la lengua hay poder de vida y muerte…” (Proverbios 18:21, NVI).

Santiago, el discípulo de Jesucristo, agrega: “Así también la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas.  ¡Imagínense qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa!  También la lengua es un fuego, un mundo de maldad. Siendo uno de nuestros órganos, contamina todo el cuerpo y, encendida por el infierno…” (NVI).

Los textos de arriba implican que la vida es controlada por palabras. Repito, las palabras controlan la vida.  Ellas desatan autoridad. Las palabras determinan el curso de los eventos.  Ellas cuentan. ¿Qué deberíamos hacer al respecto?

Ellen G. White, una de las fundadoras del Adventismo del Séptimo Día, dio una respuesta muy buena e inspiradora a la cuestión de arriba.  En su libro titulado “Ministerio de Sanidad” nos animó a “cultivar el hábito de hablar bien de los demás.  Pensar en las buenas cualidades de aquellos con quienes nos juntamos, y ver sus errores y fracasos tan pequeños como sea posible”.  Siguió animándonos: “Cuando seamos tentados a quejarnos por lo que alguien ha dicho o hecho, elogie algo de la vida o carácter de esa persona.  Cultivemos ser agradecidos. Alabemos a Dios por su maravilloso amor al darnos a Cristo para morir por nosotros”.

Y para aquellos que disfrutan burlarse de la crítica, ella advirtió: “El hablar mal es una maldición doble, cayendo más pesadamente sobre quien habla que sobre quien escucha.  Quien riega semillas de disensión y contienda cosecha en su propia alma sus mortales frutos. El mismo hecho de buscar lo malo en los demás desarrolla maldad en quienes la buscan.  Al pensar en las faltas ajenas, somos cambiados a la misma imagen”.

Ella aconsejó: “En vez de criticar y condenar a los demás, digamos ‘necesito trabajar en mi propia salvación.  Si coopero con Quien desea salvar mi alma, debo cuidar de mí mismo con diligencia.  Necesito convertirme en una nueva criatura en Cristo’.  Entonces, en lugar de debilitar a quienes luchan contra el mal, les fortaleceré con palabras de ánimo”.  Ella agregó: “Somos demasiado indiferentes el relación a los demás.  Muy a menudo olvidamos que nuestros compañeros necesitan fuerzas y simpatía.  Ayudémoslos con nuestras oraciones, y hagámosles saber que lo hacemos”.

Santiago reafirmó que: “Si alguien se cree religioso pero no le pone freno a su lengua, se engaña a sí mismo, y su religión no sirve para nada” (Santiago 1:26 NVI).

Amigos, recordemos que nadie sabe cuando acaba la vida.  ¡Nuestra vida es como un vapor que aparece por un momento para entonces desaparecer! Así que les animo, no permitan que su vida muera como la de un insecto, sin hacer algo bueno para ustedes mismos y sus prójimos.

Rebecca Barlow Jordan nos recuerda: “No es lo mucho que logramos en la vida lo que cuenta en realidad sino cuánto damos a los demás.  No es cuántas metas alcanzamos, sino cuántas vidas tocamos.  Creamos en lo imposible, aferrémonos a lo increíble y vivamos cada día a su máximo potencial.  Podemos marcar la diferencia en nuestro mundo”.

Antes de concluir mi artículo, quisiera compartirles una breve historia del “Canto de un Ave”.  Sufi Bayazi dice esto acerca de sí mismo:

“Era un revolucionario cuando joven, y toda mi oración a Dios era… “Señor, dame la energía para cambiar al mundo”.  Al acercarme a la media edad y darme cuenta de que la mitad de mi vida se había ido sin cambiar a una sola alma, cambié mi oración a… “Señor, dame la gracia para cambiar a todos aquellos que entren en contacto conmigo.  Sólo a mi familia y amigos, y me sentiré contento”.  Ahora que soy un anciano y mis días están contados, mi única oración es: “Señor, dame la gracia para cambiarme a mí mismo”.  Si hubiese orado de esta manera desde el principio, no habría desperdiciado mi vida”.

“Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio” (Filipenses 4:8 NVI).

Moises P. Reconalla, copyright 2006
Fuente: www.motivateus.com

La reflexión de hoy nos desafía a considerar cómo nos relacionamos con los demás, la manera cómo nos comunicamos con ellos y les tratamos. Hay mucho poder en nuestras palabras y acciones que pueden afectar de manera increíble la vida de quienes nos rodeen.  Tengamos cuidado y pidamos a Dios sabiduría para esgrimir este poder de manera que ayudemos a levantar al caído, animar al frustrado y apoyar a quien necesite ayuda… para bendición tanto nuestra (como instrumentos) como de aquellos que reciben nuestra ayuda.  Adelante y que Dios les bendiga.

Raúl Irigoyen.

8 de diciembre de 2011

Nuestro Miedo

Nuestro miedo más hondo no es ser ineptos.

Nuestro miedo más hondo es ser poderosos sin medida.

No es la oscuridad, sino la luz lo que más nos asusta.

Nos preguntamos, ¿quién soy yo para ser brillante, encantador, talentoso, fantástico?

Por el contrario, ¿quién eres tú para no serlo?

Eres hijo de Dios. Al fingirte poca cosa no sirves al mundo.

No hay iluminación en el reducirte a tal punto que otros se sientan inseguros juntos a ti.

Nacimos para hacer manifiesta la gloria de Dios que existe dentro de nosotros.

No sólo en algunos:

En todos.

Cuando permitimos que nuestra luz brille, inconscientemente autorizamos a otros a hacer lo mismo.

Cuando nos liberamos de nuestro propio miedo, nuestra presencia libera automáticamente a otros.

Dios no nos ha llamado a vivir en miedo...sino a vivir en plena libertad y seguridad por su Espíritu.

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--No tengan miedo --les respondió Moisés--. Mantengan sus posiciones, que hoy mismo serán testigos de la salvación que el Señor realizará en favor de ustedes. A esos egipcios que hoy ven, ¡jamás volverán a verlos! Exodo 14:13

No tengan miedo --les respondió Moisés--. Dios ha venido a ponerlos a prueba, para que sientan temor de él y no pequen. Eoxod 20:20

7 de diciembre de 2011

Un Muchacho Sorprendente

Comprar víveres para surtir la despensa o recoger algunas cositas para reponer lo que se ha acabado como suele pasar con ciertos alimentos de consumo cotidiano en los hogares, no es uno de los quehaceres favoritos dentro de mi agenda de ama de casa... pero es una de mis tareas.

Sin embargo, como cada cosa programada dentro de las funciones domésticas, la realizo con placer y la disfruto. Algo extraño me pasa, no sé si le pasará a otros pero al llegar al supermercado, siento que me desinhibo y me entrego al placer de comprar lo que sea que haya que comprar.

Creo que aquí entra en juego aquello de que todo lo que hagamos, debemos hacerlo como para Dios. Así que de por sí, hago que me encante este tiempo.

En medio de esta engorrosa actividad, engorrosa porque hay que hacer largas filas para pagar en la caja, tropezando con la gente, no pudiendo detenernos mucho tiempo mirando un producto porque hay otros esperando detrás y, añadido a todo esto, hay que esperar con turno numerado en los distintos departamentos del establecimiento para solicitar el producto deseado, etc., me compensaba el breve encuentro con mi amiguito, quien cuidadosamente atendía la mercancía que me llevaría.

Siempre procuraba entrar en la fila de la caja donde empacaba Arcadio, porque me gustaba su estilo de trabajo, amén de que me hacía tantas señas a la distancia que me era imposible ignorarlo. A él no había que darle instrucción alguna de cómo empacar; era un especialista haciendo lo suyo. Era un adolescente cuando le conocí; agradable, educado y trabajador, lo que lo hacía merecedor de una buena propina.

Desarrollamos una amistad cliente-trabajador muy interesante por años. Parte de mi afán por tener contacto con él era para animarle a estudiar y no desertar como tantos otros. El me contó que no había podido seguir estudiando en la escuela diurna por tener que trabajar para ayudar en su casa, pero que iba a continuar de noche. De repente, sin embargo, le perdí la pista a Arcadio... casi por un año completo, hasta que me lo encontré en otra tienda.

Al verme, me saludó con mucho entusiasmo; igual expresión de alegría recibió de mi parte. Al preguntarle cómo le había ido y compartirle que había estado orando por él todo ese tiempo, me contó muy sonreído: "Ahora trabajo en una distribuidora de alimentos y estoy en la universidad". Me quedé corta de palabras para expresarle mi felicidad. Él me tranquilizó diciéndome:

"No se preocupe, nunca olvidaré todos los consejos que usted me dio". Me di cuenta de cómo el poder de la palabra de nuestra lengua puede dar fruto para muerte o para vida a los que nos rodean, tal y como lo plantease sabiamente el proverbista. Siempre me ha gustado estimular a los muchachos para que no se queden solo empacando bolsas en los supermercados o vendiendo especias en los semáforos, sino que luchen por ser alguien.

Qué recompensa más grande me dio Arcadio cuando años después le volví a ver. Estaba con una guapa señora embarazada y me dice: "¿Sabe qué? ¡Me gradué de la universidad y me casé... le presento a mi esposa!" ¡Vaya! Casi pierdo el conocimiento por unos instantes.

No me desmayé, pero el latir de mi corazón era tan fuerte que me sentí embargada de emoción por muchos días. De más está decir que les abracé fuertemente y les felicité. Aunque nunca supe su apellido ni él el mío... sentí que Dios me había hecho formar parte de su familia. Tan sólo porque pude aprovechar lo rutinario para expresar interés en otros. Vale la pena, ¿verdad?

Anita de Irigoyen

Podemos ser canales de bendición y contactos divinos para aquellos quienes creen que están solos. Decidamos hoy, despertar el espíritu dormido de muchas personas. Dios está contigo.

Entonces Balac dijo a Balaam: ¿Qué me has hecho? Te tomé para maldecir a mis enemigos, pero mira, ¡los has llenado de bendiciones! Números 23:11

El justo se ve coronado de bendiciones, pero la boca del malvado encubre violencia. Proverbios 10:6

El Perro Fiel

Una pareja de jóvenes tenía varios años de casados y nunca pudo tener hijos.

Para no sentirse tan solos compraron un cachorro Pastor Alemán, el cual criaron como si fuera su propio hijo.

El cachorro creció hasta convertirse en un grande y hermoso Pastor Alemán. El perro salvó en más de una ocasión a la pareja de ser atacada por los ladrones. Siempre era un perro fiel a sus dueños contra cualquier peligro.

Luego de 7 años de tener al perro, la pareja logró tener al hijo tan ansiado, la pareja estaba tan contenta con su nuevo hijo que disminuyeron las atenciones que tenían para con el perro. Éste se sintió relegado y comenzó a tener celos del bebé. Gruñía cuando sus dueños paseaban al bebé y no era el perro cariñoso y fiel que tuvieron durante 7 años.

Un día la pareja dejó al bebé plácidamente durmiendo en la cuna, mientras preparaban una carne en la terraza, cual no sería su sorpresa, cuando al dirigirse al cuarto del bebé, ven al perro con la boca ensangrentada moviendo la cola.

El dueño del perro pensó lo peor, sacó un arma y en el acto mató al perro. Corrieron al cuarto del bebé y con gran asombro lo encontraron tranquilamente durmiendo. En la parte debajo de la cuna del bebé encontraron una serpiente degollada.

El dueño lloró amargamente lamentándose: "He matado a mi perro fiel".

Cuántas veces hemos juzgado injustamente a las personas. Lo que es peor, las juzgamos y las condenamos sin investigar a qué se debe su comportamiento, cuáles son sus pensamientos y sentimientos.

Muchos amigos fieles hemos "matado" por no aclarar una situación, muchas veces las cosas no son tan malas como parecen, sino todo lo contrario. La próxima vez que nos sintamos tentados a juzgar y condenar a alguien recordaremos La Historia del Perro Fiel.

No harás injusticia en el juicio, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande; con justicia juzgarás a tu prójimo. Levítico 19:15.

No hay más que un solo legislador y juez, aquel que puede salvar y destruir. Tú, en cambio, ¿quién eres para juzgar a tu prójimo? Santiago 4:12.